
Piratabus: la historia del legendario chiringuito
El Piratabus fue mucho más que un simple chiringuito de playa: un icono inolvidable, un símbolo del alma de Formentera. Nacido en la salvaje playa de Migjorn, en el kilómetro 11, ha cautivado a generaciones de visitantes con su inconfundible ambiente hippie y su mítico mojito.
Su historia, envuelta en un halo legendario, comienza en un pequeño pueblo español, donde el encuentro fortuito entre jóvenes locales y hippies alemanes dio vida a un sueño audaz: crear un refugio mágico en la playa. Y así, un viejo autobús fue transformado en un local único en su género, convirtiéndose rápidamente en el corazón palpitante de Migjorn.
Durante décadas, el Piratabus ha sido un referente para quienes buscaban un oasis de paz y autenticidad. Un lugar donde el tiempo parecía transcurrir más lentamente, mientras las olas del mar acompañaban los sorbos de un cóctel elaborado con esmero, en un ambiente relajado y acogedor.
Lamentablemente, en 2024, debido a nuevas normativas sobre concesiones balnearias, el Piratabus tuvo que cerrar sus puertas. En su lugar surgió el chiringuito KM11, que intenta mantener viva la magia de este lugar icónico. Sin embargo, para muchos, el Piratabus siempre será un recuerdo imborrable, un símbolo de una época y un estilo de vida ya pasados.
La historia del Piratabus
En Calatayud, un pequeño pueblo español en la provincia de Zaragoza, en los años 70, dos jóvenes amigos, Pascual, apodado el «Pirata», y Pablo, regentaban una discoteca. Un día, un encuentro casual los puso en contacto con un grupo de hippies alemanes que viajaban en una colorida furgoneta, en busca de las islas del sur de España: Ibiza y la más pequeña Formentera.
Los relatos de aquellos jóvenes soñadores, pertenecientes al movimiento «paz y amor», pintaron un cuadro idílico de Formentera: una isla paradisíaca casi sin electricidad, con playas encantadoras y un ritmo de vida lento y relajado. En contraste con la realidad austera y conservadora de la España franquista, Formentera parecía un oasis de libertad.
Curiosidad y fascinación empujaron a Pascual y Pablo a visitar la isla: tan cercana geográficamente, pero tan lejana en cuanto al estilo de vida de su pequeña ciudad. Y fue amor a primera vista. La energía mística y poderosa de Formentera los hechizó. Un pedazo de tierra virgen, donde los días estaban marcados por el ritmo del sol. Un lugar inconformista, sinónimo de paz y tranquilidad.
Al regresar a Calatayud, no lo pensaron dos veces: vendieron la discoteca y volvieron a Formentera, listos para vivir una nueva vida.
Durante casi un año, los dos amigos se sumergieron en el fascinante mundo hippie que palpitaba en Formentera. Alrededor del pintoresco pueblito de El Pilar de la Mola, se había formado una vibrante comunidad que atraía a jóvenes de toda Europa, seducidos por la isla virgen y la promesa de un retorno a los orígenes.
Su lugar de encuentro era la Fonda Pepe, una antigua taberna en el corazón de Sant Ferran, donde se debatía sobre literatura, arte, política y se hacían largas jam sessions. Pero el tiempo pasaba inexorablemente, y la necesidad de ganarse la vida los impulsó a una idea genial: crear un bar propio.
Sin saber el éxito que les esperaba, compraron un viejo autobús en desuso y lo colocaron en la espléndida playa de Migjorn. Así nació el mítico Piratabus.
La historia de sus inicios ve este lugar, de aspecto insólito, como un punto de encuentro de la comunidad hippie y no solo. También los habitantes de la isla y los turistas que poco a poco comenzaban a frecuentar Formentera, se sentían inevitablemente atraídos por ese extraño furgón que dispensaba bebidas.
La apariencia singular del autobús, con su bandera negra adornada con una calavera y dos sables cruzados, lo hacía inconfundible. Un homenaje explícito a su fundador, el mítico «Pirata». El eslogan «your place to be» ondeaba en la bandera, como una cálida bienvenida a todos aquellos que buscaban un refugio lejos de la rutina.
Tanto si estuviera en el extremo oriental como en el occidental de la playa de Migjorn, la mirada era inevitablemente capturada por la célebre bandera pirata. El Piratabus era un lugar donde sentirse como en casa y compartir momentos inolvidables.
En el Piratabus, los días transcurrían alegres, un constante ir y venir de notas y risas. No era nada raro ver a alguien empuñar una guitarra para animar las jornadas. Aunque las fotos de la época sean pocas, la atmósfera de despreocupación que flotaba en ese lugar era palpable.
Después de tres años de esta vida idílica, hecha de sol, mar y música, Pablo decidió despedirse de la isla y del chiringuito. Pascual, sin embargo, no tenía intención de abandonar su criatura y continuó la actividad, rodeado de amigos y colaboradores ocasionales. El Piratabus se había convertido en un punto de referencia imprescindible para Formentera.
Los años sesenta y setenta fueron una época dorada para el Piratabus. La isla se convirtió en un destino muy solicitado por artistas de fama mundial como Bob Dylan, Chris Rea y los Pink Floyd, quienes precisamente en Formentera ofrecieron un concierto íntimo en 1971, inaugurando la discoteca Tipic en Es Pujols.
En 1983, la entrada en vigor de nuevas normativas obligó a Pascual a adaptar el chiringuito. Para cumplir con las normas sanitarias y ambientales, el viejo autobús fue desmantelado y reemplazado por una estructura de madera. A pesar del cambio, el encanto del Piratabus permaneció inalterado.
Poco después, en la vida de Pascual llegó Edith, una chica alemana que conquistó su corazón. Juntos, gestionaron el bar con éxito, haciéndolo aún más acogedor.
Sin embargo, nuevas regulaciones impusieron más modificaciones, reduciendo el tamaño del local. Pero los clientes no se quejaron: la cercanía y la autenticidad del Piratabus eran lo que lo hacían único. Edith y Pascual, respetando la isla, aceptaron de buen grado las nuevas medidas, manteniendo intacta el alma de su chiringuito.
Los secretos de la popularidad del Piratabus
En la playa de Migjorn, con la llegada del verano, los turistas se multiplicaban como granos de arena. Pascual, con su innata iniciativa, no se quedó de brazos cruzados. Organizó una auténtica brigada de jóvenes, ágiles y apasionados, listos para satisfacer la sed de los clientes con cócteles fresquísimos, principalmente el mítico mojito.
La preparación de las bebidas era una máquina perfecta: tres barman, como un equipo bien coordinado, se repartían las tareas, creando una cadena de producción que permitía servir los cócteles en tiempo récord, sin renunciar a la calidad.
Otro elemento que ha convertido al Piratabus en un icono ha sido su capacidad de comunicarse a través de las imágenes. Un fotógrafo oficial inmortalizaba cada instante, capturando la atmósfera única del local y la pasión de su equipo. La página de Instagram del Piratabus es una verdadera galería de arte al aire libre, con fotos y videos que cuentan la historia de un lugar que se ha convertido en un punto de encuentro para miles de personas.
Pero era al atardecer cuando el Piratabus regalaba las emociones más intensas. Con el sol deslizándose suavemente sobre el horizonte, las notas de «Con te partirò» de Andrea Bocelli envolvían el ambiente, creando una atmósfera mágica y romántica. La voz del tenor se fundía con el ruido de las olas, creando una sinfonía única.
El Piratabus ha sido mucho más que un simple chiringuito de playa: ha sido un lugar del alma, un punto de encuentro para generaciones de viajeros. Quien haya pasado un verano en Formentera, guarda en su corazón el recuerdo de inolvidables aperitivos, entre música, cócteles y atardeceres impresionantes.
El chiringuito hoy en día
En 2022, un concurso público para la adjudicación de las concesiones de los chiringuitos en las playas de Formentera marcó un antes y un después. Históricas empresas familiares, ligadas desde hace décadas a estos lugares icónicos, vieron desvanecerse una oportunidad que parecía asegurada, generando una amplia ola de descontento.
Sin embargo, en 2024, una nueva historia comenzó justo donde otra había terminado. En el lugar del Piratabus nació el chiringuito KM11, un local que, aunque renovado, conserva intacto el espíritu hippy de su predecesor. Inaugurado en agosto, el KM11 se ha convertido rápidamente en un punto de referencia para quienes desean refugiarse del sol abrasador o admirar magníficas puestas de sol a pocos pasos del mar.
El nombre proviene de su ubicación (es decir, el kilometraje que lo separa de la localidad de La Savina), pero también de las iniciales de la nueva propiedad que lo dirige, la sociedad del Kiosko Manolito, un chiringuito presente desde hace años en la playa de Llevant.
Un toque de continuidad lo aporta la presencia del histórico equipo del Piratabus, que ha recibido con alegría a la clientela fiel, regalando una sensación de familiaridad. Y, por supuesto, el mítico mojito sigue siendo uno de los cócteles más queridos.
El KM11 está listo para escribir nuevas páginas de historia, para crear nuevas leyendas que se transmitirán a través del tiempo. Alquilando un apartamento en Formentera, tú mismo podrás ser protagonista de estas nuevas aventuras, a pocos pasos del mar.
El Piratabus permanecerá siempre en el corazón de quienes tuvieron la suerte de vivir su magia, pero el KM11 está listo para recoger el legado y convertirse en un nuevo símbolo de Formentera.
Galería imágenes Piratabus
- La vista desde el Piratabus
- Los mojitos del Piratabus
- La bandera del Piratabus
- Pascual en los años 70
- Chiringuito KM11